Por Patricia Peyró
El acoso entre entre iguales, o entre pares, como se conoce en psicología a los individuos de la misma edad y condición, ha existido siempre. Casi todos hemos sido en algún momento víctimas de nuestros compañeros por haber llevado gafas, tener unos kilos de más o vestir diferente. Quizá incluso hayamos sido «acosadores» nosotros mismos, tomándola con alguien durante un tiempo, o simplemente siendo los testigos permisivos que ríen la broma cruel de otro compañero.
La expresión «los niños son muy crueles» nos da alguna explicación al fenómeno: los niños tienen una manifiesta falta de madurez les impide empatizar lo suficiente con los demás, y por ello suelen aprovechar los «defectos» de sus compañeros, sean reales o imaginarios, para ridiculizarlos y así convertirse en protagonistas, o sentirse mejor y más fuertes a los ojos de los demás.
QUÉ NO ES EL CIBERBULLING:
No llamamos ciberbullying a otras formas de acoso entre dos personas no iguales: por ejemplo entre quien se hace pasar por un adolescente para engañar a un niño o un joven con malas intenciones. En el ciberbullying, la víctima y el ciberacosador se conocen personalmente, por lo menos al inicio de la «campaña de acoso», puesto que en el desarrollo de esta modalidad, el «ciberacosador» puede terminar siendo varias personas.
CONSECUENCIAS DEVASTADORAS PARA EL MENOR
Las palabras que se dirigen con malas intenciones pueden hacer un enorme daño a los niños y adolescentes que todavía no tienen recursos para enfrentarlo por su falta de madurez, ni tampoco saben discriminar entre la gravedad de unas palabras que, inicialmente, pueden tratarse de una broma.
Por otro lado está el agravante de la difusión vírica: Sólo hay que imaginar cómo esa broma cruel, ese montaje para ridiculizar, o esa fotografía sacada de contexto puede reproducirse sin límite y con una difusión inmediata entre un sinfín de receptores usuarios de whatsupp, chats, twitter, tuenti…
Muchos niños y jóvenes que ahora son adultos consiguieron sobrevivir del acoso tradicional, pero no lo hubieran hecho hoy en día con el alcance masivo que puede alcanzar gracias a las nuevas tecnologías y a internet. Recordemos los casos de adolescentes acosados en internet por sus propios compañeros, como la tristemente famosa Amanda Todd, empujados al suicido por ser incapaces de superarlo.
LA PREVENCIÓN ES RESPONSABILIDAD DE LOS PADRES Y EDUCADORES
El papel de los padres para prevenirlo es fundamental, ejerciendo una tutela responsable sobre cómo utilizan sus hijos las nuevas tecnologías. También es vital el papel de los docentes y educadores, pues es precisamente a partir del ámbito escolar donde se señalan las víctimas y se inician las campañas, debiendo el profesorado detectar la aparición de estas conductas e informar sobre las graves consecuencias de este acoso a los padres.