Por Patricia Peyró @kontrolparental
El nacimiento de las TIC ha precipitado un gran cauce de intercambio de información a través de internet. Esta incluye mensajes de carácter privado y a modo de interacción social. En este sentido, nuestra generación tiende a distinguir la relación real de la virtual, pero los nativos digitales no. Para ellos todo es interacción, sin tantos distingos. Y esto se aplica a todos sus ámbitos relacionales.
Dentro del complejo mundo de las relaciones sociales, estas pueden adquirir un cariz negativo, cuando la relación es de enemistad, si alguien se cae mal o si se busca activamente hacer daño a la persona. Esto «lado negro» de las relaciones también se acusa en las establecidas a través de internet entre niños. Y cuando la comunicación se torna agresiva y existe el deseo de herir a otro niño de similar edad, utilizando para ello las nuevas tecnologías, hablaremos de ciberbullying o ciberacoso.
El ciberacoso es una forma de acoso escolar expresada a través de los medios de internet, como los canales de mensajería instantánea o las redes sociales. Lo habitual es que surja primero un bullying presencial que se continúe y agrave a través del ciberbullying.
¿Cómo detectarlo en niños?
En la actualidad el bullying y el ciberbullying coexisten casi siempre causando un dolor aún mayor en el niño que lo padece y aumentando las posibilidades de que el desenlace termine en un suicidio juvenil. Así podrás identificarlo:
-Se observa un cambio de conducta y estado de ánimo en el niño, que puede volverse retraído y taciturno, siendo la tristeza lo más característico. A la vez, no querrá hablar de ello y negará la situación, aunque su ánimo negativo sea evidente. Ahí los padres debemos actuar desde la observación y la prudencia. Esto es, con aproximaciones sucesivas en las que consigamos sacar información al niño.
-Es posible que esté permanentemente conectándose para averiguar si hay algo publicado sobre él, lo cual le llevará a pasar mucho tiempo solo o esquivando miradas que puedan ser testigo de su desgracia. Si va al baño a encerrarse o se ausenta del escenario familiar para ir a su habitación de forma recurrente, podría ponernos sobre la pista.
-Suele haber variación en su relación con la escuela: el niño tenderá a evitar el entorno escolar, incluso a veces simulando enfermedades o haciendo novillos. Es importante ver si el niño se pone malo muy a menudo o más de lo que sería esperable, dando asimismo signos de estar forzando él mismo esa situación.
-Se aprecia un cambio en su rendimiento académico, que puede disminuir de forma significativa debido a la falta de concentración en otra cosa que no sea su propia situación y el malestar que ésta le genera. Si sus notas bajan o cambian sus intereses de repente debemos sospechar.
-Podría incurrir en hábitos extraños, como el pedirnos dinero reiteradamente, sin una justificación o bajo excusas poco plausibles. En ocasiones el hostigamiento se realiza pidiendo dinero o quitándole la comida a la víctima. Al sentirse presionado por la amenaza, el niño tenderá a pedirnos dinero para poder responder ante el compañero acosador.
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